Cuando los hijos se van...Y solo quedas tú
Ayer casi lloro frente una paciente.
Vino a la consulta con su hermana. Ella de casi 80 años, y su hermana mucho menor que ella.
Se quejaba de cansancio. La examiné, y al realizarle los estudios encontré su corazón inflamado, le dije qué medicamentos eran los mejores para ese problema.
Cuando estábamos sentados y la explicaba qué debíamos hacer para que mejorara; su hermana menor le dice:-“Vos no te preocupés por las pastillas. Yo te las voy a comprar. Yo voy a estar pendiente de ti”-, y se abrazaron y ambas comenzaron a llorar, la paciente lloraba desconsoladamente, con sollozos, pero me di cuenta que no era tanto un problema económico como la indiferencia de sus cuatro hijos varones. Estaba totalmente vulnerable y abandonada a su suerte.
Comenzó a contarme que de sus cuatro hijos, dos viven en Estados Unidos; pero tiene varios años que no le llaman, ni le escriben. A veces ella se atreve a llamar y no responden las llamadas. Que logra saber de ellos por las fotos en sus perfiles de Facebook donde se ven felices viajando con sus familias: Disneylandia, Las Vegas, etc. -“ya con saber que están bien me siento feliz”- me dijo.
Y traté de ver hacia el techo, o hacia abajo, o la pantalla de la computadora, para que ellas no se dieran cuenta lo que sucedía en mis ojos, y esa tristeza de repente se convertía en enojo, y me preguntaba: ¿Cómo es posible avanzar en la vida sabiendo que estás dejando atrás a personas invaluables? ¿Qué tipo de éxito es ese?
Hay una frase que dice:-“ Si quieres avanzar rápido, ve solo; pero si quieres llegar lejos, ve acompañado”-. Yo prefiero llegar lejos.
En el proceso de buscar el “éxito” a muchos no les importa dejar atrás a su familia, olvidar a personas tan importantes como los padres. Al primer amor.
A veces pareciera que le damos mucho más valor a cosas materiales, a viajes, al qué dirán, a carros, a casas y propiedades, y al final en ese deseo de llenarnos de más y más cosas, dejamos olvidados a personas amadas; y la base de nuestra sociedad no es esa. Cuando el hombre salió de África en manada para adentrarse en Europa, se cuidaba a los más vulnerables, a los ancianos y niños. Se ha demostrado que los más fuertes cuidaban de los más débiles. Esos fueron nuestros orígenes. Al punto que se ha logrado demostrar que cuando alguien se fracturada lo cuidaban hasta que ya estaba listo para continuar la cruzada.
Y nosotros pretendemos avanzar dejando atrás a los débiles, para que se los coman los lobos. ¡Qué egoísmo! Y muchos hijos no saben que pueden ir presos por abandonar a sus padres. Que existen leyes en contra del abandono.
Muchos ancianos viven en la miseria, pasando hambre, sufriendo en sus últimos años gracias a hijos egoístas, indiferentes, y consumistas, que prefieren apantallar en sus redes sociales de éxito en la vida cuando sus padres siguen viviendo en la misma champa donde los criaron. Padres ancianos que todavía trabajan en los mercados, que venden cualquier cosa en las calles porque sus hijos se olvidaron de ellos. Todo esto mientras ellos presumen una vida de lujos. Viven en residenciales de la “alta sociedad”, se codean con ricos, con gente pudiente, con personas de su mismo perfil económico, y clase social; mientras sus padres ancianos agonizan y mal viven todavía a la orilla de un río, y en zonas vulnerables con riesgo de derrumbes.
Muchos ancianos desprotegidos y descuidados por sus hijos deben saber que existe una ley donde pueden demandar al hijo en la Procuraduría General de la República. El tramite es gratuito, y que están obligados estos hijos (a quiénes ni la conciencia les remuerde) a pagar una cuota hasta que los padres mueren. (Ley Especial para la protección de los Derechos de la Persona Adulta Mayor. Diario Oficial No. 74, Tomo 431 del 22 de abril del año 2021).
¡He dicho!