¡Carta a mis queridos órganos!

Querido corazón mío,

Hoy me dirijo a ti con el alma llena de remordimiento y gratitud. Te debo una disculpa sincera por todas las veces que te he preocupado innecesariamente, por someterte a estrés sin razón alguna, y por llenarte con alimentos grasosos que sé bien no son de tu agrado. Perdóname por hacerte trabajar más allá de tus límites, por esas noches en vela viendo videos y redes sociales, sin darte el descanso que tanto mereces y necesitas. Sé que te pido mucho, y a menudo te doy tan poco a cambio.

 

Querido hígado mío,

Te pido perdón por las veces que he abusado de ti, llenándote de harinas y comidas típicas sin control. Lo siento por esas pupusas en el desayuno, almuerzo y cena, y por el exceso de pan dulce, francés, sodas, y dulces. Te he sobrecargado, tapizándote de grasa, ignorando tu esfuerzo constante por mantenerme saludable y desintoxicado. Mis elecciones han sido egoístas, y te prometo que estoy dispuesto a cambiar por ti.

 

Queridos ojos míos,

Vitales y preciosos, siempre al servicio de mi visión y de la comprensión del mundo. Perdónenme por gastar sus maravillosos píxeles en cosas que no merecen su atención. Los he expuesto a pantallas interminables, videojuegos y contenido sin valor, olvidando que son la ventana hacia el horizonte y el futuro que deseo ver. Prometo cuidarlos mejor, enfocándolos en lo que realmente importa.

 

De paso, me disculpo con mi rodilla izquierda (por soportar tanto peso), mi páncreas, mi estómago (por tanto picante). Me quedo corto en las disculpas realmente.

A todos mis órganos, discúlpenme, les debo una vida más saludable y equilibrada. Estoy dispuesto a hacer cambios, a cuidar de ustedes como se merecen. Ustedes me han dado todo, y es hora de devolverles el favor con gratitud y acciones conscientes.

Con profundo arrepentimiento y amor, se despide de ustedes, con cariño.

Samuel!

 

¿A qué órganos le pedirían perdón ustedes?