Los vicios pueden matarlo
Hace dos años, comenzó con dolor en el pecho, una sensación punzante que parecía indicar algo importante. En ese tiempo, fumaba mucho. Le recomendé que dejara el cigarrillo, y casi milagrosamente, el dolor desapareció. Le di tratamiento, y pronto se sintió bien, tanto que desapareció de la consulta por bastante tiempo.
La presión del trabajo era intensa, y tal vez, en un intento de liberar el estrés, comenzó a reunirse con amigos los fines de semana, compartiendo bebidas alcohólicas. Al principio, las bebidas eran exclusivas de los sábados por la tarde, un pequeño escape. Pero lentamente, ese hábito se infiltró en su vida diaria, afectando su relación matrimonial, alejándolo de sus hijos pequeños y distanciándolo de sus padres.
Su presencia se volvía cada vez más ausente, incluso en su trabajo.
Finalmente, decidió regresar a la consulta porque aquel dolor extraño en el pecho había vuelto, después de dos años de ausencia. Le recomendé que dejara el alcohol, y aquella vez hablamos mucho. Reconociendo su inteligencia, esperaba que, al menos, dejara las cervezas. Pero no fue así.
Indiqué un examen especial para evaluar su corazón, ya que ni el electrocardiograma ni el ecocardiograma mostraban anomalías, aunque el dolor era muy sugestivo de un problema cardiaco. Era opresivo y aparecía en reposo. Sospeché una angina de reposo o Prinzmetal.
Un mes después, recibí un mensaje de WhatsApp de su esposa, preocupada porque él había amanecido con un dolor intenso en el pecho tras una noche de copas. Conociéndolo, le recomendé que lo llevaran de inmediato a la emergencia del hospital más cercano. Allí, le realizaron un electrocardiograma, revelando que estaba sufriendo un infarto agudo al miocardio. Fue trasladado en ambulancia a un hospital de tercer nivel para un cateterismo urgente, con el objetivo de destapar la arteria obstruida.
Durante el procedimiento, surgió una complicación grave: edema agudo de pulmón, y no lograron destapar la arteria, aunque sí identificaron cuál era la obstruida. Ese sábado estuvo entre la vida y la muerte, atrapado en un tormentoso shock cardiogénico. Todo ese dolor y sufrimiento, y con solo 30 años de edad.
Finalmente, en un par de días después del inicio del dolor, pudo ser sometido a otro cateterismo, y todo salió bien. La arteria se abrió, y su corazón comenzó a trabajar mejor. Ahora, mi paciente ya está en casa y me pidió un favor especial: Que contara su historia para que otros no tengan que pasar por lo mismo.