Amor hacia uno mismo
-“El poder de lo que dices de ti mismo”-.
El barbero era joven. Sus manos, aunque firmes, revelaban una inquietud que no lograba esconder. Estaba pensando en algo. Mientras deslizaba las tijeras por mi cabello, su voz rompió el silencio:
—Siempre he sido pando, ¿sabe? La mala suerte me sigue como una sombra. Es como si tuviera una maldición.
Sus palabras resonaron en el espejo, reflejando no solo su imagen, su gesto, su cara, sino también la sombra de sus pensamientos. Lo interrumpí suavemente, no con la intención de corregirlo, sino de liberarlo.
—Ten cuidado —le dije—, tu guerrero interior te está escuchando.
Su mirada se encontró con la mía a través del espejo, un destello de curiosidad entre el cansancio y la resignación.
—¿El guerrero interior? —preguntó, deteniendo por un momento el movimiento de las tijeras.
—Sí. El guerrero que habita dentro de ti, el que siempre confía en lo que dices. Él no distingue entre broma o verdad, solo escucha y actúa. Si te dices que eres desafortunado, él creerá que lo eres. Pero si cambias la narrativa y comienzas a hablarte con compasión, verás que las cosas empiezan a cambiar. Tus palabras son semillas, y lo que siembres en tu mente, cosecharás en tu vida.
El barbero me observaba con atención, como quien espera que una verdad olvidada le sea revelada.
—¿Cómo va a prosperar tu barbería si te convences de que el fracaso te sigue? —continué—. Tu negocio, tus sueños, son reflejo de lo que piensas de ti mismo. Me haces recordar las palabras de Henry Ford: “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, igual tienes toda la razón.”
Volvió a sus tijeras, pero algo había cambiado en el aire. Mientras terminaba de cortar mi cabello, el silencio fue distinto: no era vacío, sino lleno de posibilidades. Al despedirme, pensé que esta conversación no solo había sido un consejo para él, sino una reflexión para todos nosotros.
“La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” (Proverbios 18:21).