Hablemos de un corazón sano
Hoy, mientras explicaba algo a un paciente, en medio de ese esfuerzo por hacerme entender, pronuncié una frase que resonó en mi interior por su verdad: “El corazón sano siempre bombea en una sola dirección para mantenernos vivos. Siempre hacia el frente, hacia adelante”-.
El corazón, en su infinita sabiduría, nos ofrece lecciones profundas. Él recibe sangre, y como la recibe, así la entrega. Este principio se llama la Ley de Frank-Starling: toda la sangre que llega al corazón a través del retorno venoso es bombeada. Si llega mucha sangre, la devuelve en abundancia; si llega poca, entrega lo que tiene, pero siempre en una sola dirección. Un flujo unidireccional, hacia adelante, sin mirar atrás. Porque en el momento en que el corazón intenta bombear en dos direcciones, todo cambia. Ya no hablamos de un corazón sano, sino de un corazón enfermo, de insuficiencia cardíaca.
Y aquí es donde el corazón nos enseña su mayor lección: avanzar siempre, proyectándonos hacia lo que podemos alcanzar, sin quedarnos anclados en el pasado. Sin mirar hacia atrás.
¿Te imaginas un corazón que no quiera o no pueda bombear hacia adelante la sangre que le llega?
En su simbolismo, el corazón nos invita a superar obstáculos, a crecer y aprender continuamente, a mantener vivo el impulso de nuestras metas. Pero no se trata solo de avanzar sin propósito; el corazón trabaja con un objetivo claro: aportar vida, dar así como recibe. Ayudar a otros órganos para que ellos también estén vivos.
Cuando la sangre se estanca, cuando dejamos de compartir con los demás, de dar lo mejor de nosotros, caemos en nuestra propia “insuficiencia cardíaca”. Perdemos el ritmo que nos permite vivir plenamente: Morimos.
El corazón no se queja. No pregunta por qué debe enviar sangre al hígado, al cerebro, o a los músculos si nadie le devuelve nada. Simplemente bombea, porque ese es su propósito: dar sin esperar recibir. Y aquí es donde muchos fallamos.
El corazón sano nos inspira a no quedarnos atrapados en el pasado, en lo que ya entregamos, en lo que dejamos ir. No se lamenta por la sangre que expulsó, ni se detiene a recordar viejos tiempos. Se alegra por la sangre nueva que llega, por los glóbulos frescos que traen consigo la promesa de más vida. Gira la página con facilidad, sabiendo que siempre habrá algo nuevo por lo que latir, por lo que alegrarse.
Mucho que aprender del corazón, ¿No creen?
Así que pregunto:
¿Estamos dispuestos a dejar de “bombear” hacia atrás y proyectarnos hacia adelante, hacia nuestras metas?
¿Estamos dispuesto ayudar a otros con la misma intensidad con la que hemos sido bendecidos por Dios?
¿Estamos dispuestos a ser frugales como es nuestro corazón, a no gastar más de lo que recibimos?