Un caso real

Un caso real

¡Caso real!
No fue Santa Claus quien trajo el celular, fueron los padres. Para un niño de 9 años, ese regalo no era un simple dispositivo donde podía tener redes sociales y juegos; era la llave a un mundo desconocido. Era el equivalente a dejarlo abandonado en una colonia peligrosa.
Pronto, con la curiosidad propia de su edad, instaló aplicaciones y una noche, mientras veía videos, un mensaje lo condujo a un sitio inapropiado. Durante seis años, aquel rincón oscuro del internet se volvió un hábito secreto. A los 16 años, atrapado en un dolor que no podía entender, intentó quitarse la vida. Por fortuna, sobrevivió, y en una evaluación psiquiátrica confesó su historia.
Aquel celular, entregado por permisividad, moda o descuido, fue el inicio de un camino de sufrimiento. El resultado: Intento suicida.
En El Salvador, entre 2017 y 2022, se registraron 319 suicidios de menores. La conexión entre redes sociales, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas no es casualidad. Estudios señalan que el uso excesivo de estas plataformas puede dañar la salud mental de nuestros jóvenes.
¿Qué podemos hacer como padres?
1. Establecer límites: Regular horarios y evitar dispositivos antes de dormir.
2. Educar: Hablar sobre riesgos como el ciberacoso y enseñar pensamiento crítico frente al contenido en línea.
3. Supervisar: Revisar aplicaciones con respeto y participar en el mundo digital de los hijos.
4. Fomentar actividades reales: Deportes, hobbies y tiempo de calidad con familia y amigos.
5. Dar el ejemplo: Usar la tecnología con moderación y valorar los momentos sin dispositivos.
6. Abrir el diálogo: Escuchar sin juzgar y estar atentos a señales de alerta emocional.
7. Usar controles parentales: Limitar contenido inapropiado y monitorear el tiempo en pantalla.
8. Fortalecer la autoestima: Enseñarles que las vidas “perfectas” en redes no son reales.
– “Si tu mano te es ocasión de caer, córtala.” (Mateo 5:30). A veces, debemos tomar decisiones radicales. Ningún dispositivo vale más que la salud mental de nuestros hijos. Es hora de actuar con valentía y amor, porque protegerlos de este mundo digital también es amarlos profundamente.

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