Su corazón también habla
Cuando venga a consulta, hágalo con todos los sentidos despiertos.
Venga dispuesto a escuchar a su corazón, a descubrir qué intenta decirle. Deje atrás todo lo que le distrae—en especial el teléfono impertinente que no para de sonar—y permítase un momento de presencia, de silencio interior. Solo así podremos, juntos, entender el lenguaje que su corazón nos susurra.
Me inquieta ver cuán fácilmente nos distraemos, cómo damos prioridad a urgencias que no valen más que la vida misma. Y su corazón, créame, vale más que cualquier mensaje, llamada o notificación. Él habla. Habla a través de lo que usted siente, del examen físico, del electrocardiograma y de cada señal que nos ofrece. Pero si no lo escuchamos con atención, sus palabras se pierden como un eco en medio del ruido.
A veces, en esta misma sala, he visto intentos desesperados por resolver discusiones de pareja, problemas con amigos o tensiones laborales por teléfono. Y mientras todo eso sucede, yo me quedo en silencio, esperando que en algún rincón del alma del paciente (o de su acompañante) despierte la conciencia necesaria para volver a lo esencial: escuchar el corazón.
Por eso, cuando venga a verme, le pido que ponga su teléfono en modo avión o, al menos, en vibración. Avísele a su familia que estará conmigo un momento. Y si algo quedó pendiente en el trabajo, déjelo allá, afuera. Aquí dentro, conmigo, hay algo más urgente que atender: Nada más, y nada menos que su corazón.
